«De lo tangible a lo etéreo»

El confinamiento y la emergencia sanitaria mundial de esta primavera 2020 no han impedido que nuestros artistas mantuviesen el entusiasmo, la fuerza y la creatividad, al tiempo que exploraban nuevas vías para la esperanza de un futuro posible, lejos de dogmas inmutables. Por eso, esta primera exposición que inauguramos tras el estado de alarma propone un proyecto colectivo capaz de relativizar la esencia de las cosas, partiendo de lo tangible para viajar hacia lo etéreo, de lo individual a lo colectivo, conscientes de que la vida es tan frágil como poderosa es la mente humana.

El proyecto Puxagallery cumple cuatro años en estos días y, para celebrarlo, brindaremos con un nuevo encuentro generacional de nuestro “Spring Show”, cuya cuarta edición camina de la mano de ocho artistas propios e invitados que abogan por el silencio contemplativo, la reflexión, la inteligencia y la esencialidad. Son composiciones pictóricas y escultóricas e instalaciones site-specific que generan lecturas de carácter transversal entre cada autor y el conjunto, mediante sutiles interacciones y poéticas caracterizadas por fragmentar el espacio en registros orgánicos, líricos y geométricos. En la primera sala nos recibe una pieza recién salida del taller de Irma Álvarez-Laviada (1978) que traduce plenamente sus intereses creativos, posicionándose entre lo necesario y lo posible para contradecir los léxicos tradicionales y conjugar un nuevo lenguaje, encuentro entre lo que se pretende y lo que se busca, que permanece inalterable en la sólida trayectoria de la artista asturiana. Su pieza alude a las cualidades intrínsecas del arte relatando, en clave matérica, las relaciones entre el tiempo c reativo y el tiempo expositivo. Al fondo, la pared está ocupada por una instalación con varias piezas de Paula Valdeón (1992), en línea con las que, en octubre pasado, obtuvieron una Beca AlNorte y se presentaron en el Centro Niemeyer de Avilés. La joven extremeña debuta en Puxagallery con sus delicadas conexiones entre tacto, hogar y paisaje, claves para armonizar telas y dibujos formando contenedores de la memoria afectos al espacio doméstico. El veterano pintor Santiago Serrano (1942) completa el primer espacio de la galería con un nuevo tributo a la musicalidad del silencio, constante en la carrera de este histórico autor castellano-manchego cuya capacidad experimental no cesa jamás, desde la fe en las calidades intrínsecas de la pureza geométrica. Asistimos también aquí al debut en la galería del cordobés Rafael Jiménez Reyes (1989), cuya obra entiende la práctica artística con tránsitos entre la identidad, la distorsión y la alteración de la imagen. Sus cuadros, realizados durante el confinamiento, se inspiran en episodios limítrofes entre las narrativas realistas y las primeras abstracciones, conjugando la plastilina de colores y el papel en registros reverenciales con la historia que, más allá del tributo, generan nuevos códigos expresivos.

En la sala 2 encontramos los trabajos de la valenciana Silvia Lerín (1975), que también debuta en Puxagallery tras una exitosa trayectoria en el Reino Unido, donde reside y expone desde hace años. Sus instalaciones alternan las dos y tres dimensiones buscando la filiación entre emociones y energías; caminos visuales donde los pigmentos se funden con la piel de cada textura, de apariencia metálica, cuyos leves matices reclaman una qui 
etud contemplativa y poco complaciente, para trascender la superficie. También los trabajos del leonés Ramón Isidoro (1964) tantean esas pulsiones austeras sobre la corteza de la pintura y hacen del silencio su obsesión vital. Sus series en pequeño formato sobre papel continúan explorando las melodías semiocultas de la materia, en tenues capas que reclaman la paz interior, la pasión de luz y el deseo oculto entre sinfonías y escenografías melancólicas. En esta sala, la levedad orgánica de Mar Solís (1967) proyecta otro hermoso guiño a ese espíritu de atracción/dispersión que siempre habita sus sugerentes dibujos sobre papel, experimentando con la línea y sus múltiples fluctuaciones a partir de movimientos polimórficos donde cada trazo se convierte en un núcleo que vibra sobre mismo y habita la composición deslizando una magia espontánea que no es sino jugo exprimido en la intimidad metodológica de la artista madrileña. Como ocurre con la intransferible escultura del japonés Tadanori Yamaguchi (1970), cuya primera exposición individual en Puxagallery abrirá nuestra programación 2020-2021, en el mes de septiembre. Sirva su obra en esta exposición colectiva como anticipo para advertir cómo Yamaguchi explora las formas orgánicas de la materia asumiendo como eje filosofal el hatsuru, el diálogo con la materia, entre lo terrenal y lo espiritual.

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