Los trabajos de Javier Victorero (Oviedo, 1967) han recibido grandes elogios de críticos como Juan Manuel Bonet, Alfonso Palacio, Enrique Andrés Ruiz o Dámaso Santos Amestoy, cuya última crítica destacaba los nuevos hallazgos del artista asturiano en pos de un fulgor de la pintura que se advierte en el límite de la visibilidad. Sus recientes exposiciones en España patentan esa pintura de otra luz donde los planos se transmutan en ritmos musicales componiendo melodías de azules, verdes, ocres, amarillos, rojos, blancos rotos y negros que cimbrean, entre compases armónicos, emociones y vacíos, alternando la nebulosidad con la luminiscencia y manteniendo el rigor estructural y las tensiones. Pintura para pintores, para miradas poco superficiales, capaces de advertir los misterios de las pequeñas cosas. Es una de las revelaciones de la pintura española de los últimos quince años, donde ha sido seleccionado en los principales certámenes españoles y ha obtenido, entre otros, el Premio de la Junta General del Principado, formando parte de importantes colecciones públicas y privadas.

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